sábado, 3 de septiembre de 2011

El gusto por las palabras



La expresión es de Barthes, un semiólogo francés. Pero viene a cuento del desdén por las palabras, de su derrota frente a los hechos.

Con desprecio mucho rapidillo habla de las palabras. Palabras, sólo son palabras, se dice. 'Más hechos, y menos palabras', se grita. Se profiere ese lema usando palabras, claro, pero ni de eso se da cuenta el portavoz de turno.

La moda son los hechos, las conductas, vamos. El conductismo se ha ido extendiendo como una mancha, y ya hablamos la jerga conductista aún sin darnos cuenta, sin comprender que o traducimos las conductas en lenguajes, en juegos del lenguaje a lo Wittgenstein, o no captaremos lo esencial. De modo que palabras como 'pauta' reinan entre el público, y muchos piden pautas. Pues allá va una: una buena pauta es no pedir pautas, sino buenas palabras, pedir aprender a bien decir.

Cuando los relatos no se consideran útiles, cuando la conversación se tiene por cosa del pasado, bello momento en que la gente tenía tiempo para conversar plácidamente cada día, incluso cuando se desprestigia cualquier práctica social o política o humana tachándola de sólo literatura, cuando la poesía no parece ser necesaria, sino un adorno, o una excentricidad de los raros de siempre, es el momento de negarlo todo, y educar a los más jóvenes en el gusto por las palabras.

Pongamos un momento decisivo de la vida: la adolescencia. ¿Alguien cree que justo cuando más se busca dar con las palabras necesarias para rodear el agujero negro al que la edad empuja, en un tiempo de gusto por el riesgo, son los castigos y las pautas mejor que una conversación no exiliante?

Pongamos otro: el declinar de la vida. ¿Alguien cree que existe una sóla persona mayor que no encuentre entusiasmante poder rodear de palabras los recuerdos y evocar con palabras tanto lo difícil como lo ingente de una existencia?

Iré más lejos. ¿Alguien cree que se puede conectar con un bebé sin rodearlo de palabras desde el primer minuto, y aún cuando se sabe que él no dispone aún de ese arsenal de palabras que le envuelve?

Es verdad que las palabras se esconden a veces en cajones secretos, parafraseando a Marguerite Yourcenar que dejó escrito que la memoria de las mujeres está llena de cajones secretos. El gusto por las palabras puede transmitirse, pues a las palabras no se las lleva el viento, es más, si son certeras, son inolvidables. Hay que 'dar' con las buenas.

Publicado en DIARIO PALENTINO el jueves 31 de marzo de 2011.

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